domingo, 6 de abril de 2008

LA CRONICA DE LA AGRESION EN LA ASAMBLEA DEL DF POR ANDRES LAJOUS

Las tácticas de Begné

Testimonio Violencia en Alternativa. El pasado 16 de marzo, un grupo de golpeadores irrumpió en la asamblea para elegir a la nueva dirigencia del partido Alternativa en el DF



(PUBLICADO EN ENFOQUE EL 23 marzo 2008).- Nunca había visto algo así. La cara de odio de personas a las que no conocía. En el calor del momento me preguntaba: ¿cómo me pueden odiar tanto si ni siquiera me conocen? Eso fue lo que me pasaba por la cabeza al ver entrar a un grupo de golpeadores, uniformados con gorras blancas, a la Primera Asamblea Estatal de Alternativa Socialdemócrata en el Distrito Federal. Empezaron aventando refrescos y botellas, después vasos, y luego platos y sillas, hasta correr hacia nosotros para repartir golpes. Volteé a mi alrededor y vi a unas compañeras tratando de cargar a Joaquín Alva, activista de los derechos de personas con discapacidad, quien no tiene movilidad del pecho para abajo.

Empecé a gritar: "compañeros, cuidado, son golpeadores, péguense a las paredes". Gustavo Gordillo, ex coordinador de campaña de Patricia Mercado, rápidamente la protegía corriendo hacia una puerta para salir del salón. Empecé a correr hacia la salida, pero me cayó un vaso en la cabeza y me caí al piso. Me arrastré hasta la puerta donde del otro lado fui jalado por una amiga justo cuando sentía las primeras patadas en la espalda, y logré salir. Vi como Patricia y Gustavo se resguardaban en la puerta de un baño, y me di cuenta que Jesús Robles, presidente de Alternativa del DF, se había quedado adentro. Me asomé para ver si podía ir a ayudarlo, pero vi que los golpeadores venían otra vez hacia la puerta con sillas hacia Patricia. Me eché para atrás y traté de cerrar la puerta de una patada. No funcionó. Vinieron tras de mí dos de los golpeadores mientras uno gritaba: "agarra a ése".

Me alcanzaron, me caí otra vez al piso, y me dieron golpes en la espalda y en las costillas. Logré pararme gracias a la ayuda de un compañero, y empecé a correr tan rápido como podía hacia una puerta, después otra puerta, seguí corriendo ya con un grupo más grande de gente, hasta que topamos con pared. Creí que venía lo peor pues estábamos encerrados, pero por suerte ya no llegaron ahí. Logramos subir a un elevador, y salimos al lobby del hotel. En la puerta otra vez había un grupo de golpeadores y varias patrullas de la Policía. Cuando salimos estaban algunos representantes de medios de comunicación que habían tratado de entrar, pero fueron agredidos por las mismas personas uniformadas con gorras y camisas blancas. La Policía no había podido entrar porque lo impidieron los guardias de seguridad del Hotel Crowne Plaza, que en ningún momento intentaron ayudarnos.



Asamblea ¿partidista?


Desde que llegamos a ese lugar algo se veía mal. La entrada estaba bloqueada por entre 20 y 30 personas con camisas y gorras blancas. Los funcionarios de la Comisión Nacional Autónoma para la Elección de Órganos de Dirección (CNAEOD), presidida por Maria Elena Homs, en acuerdo con los uniformados, nos dijeron que tendríamos que hacer cola para acreditarnos como representantes con derecho a voto antes de entrar al hotel. Desde afuera podíamos ver cómo representantes con camisetas blancas que decían "Nueva Mayoría", como se identifica el grupo de Alberto Begné, ya estaban adentro del hotel y no tendrían que pasar el filtro porque eran "huéspedes".

El funcionario responsable de ratificar el quórum anunció que la sesión daba inicio con 324 representantes presentes y que por tanto se cerraba la puerta. Pidió que se registraran las planillas para elegir a 14 escrutadores. Se registró una planilla de cada grupo. La votación se tomó a voto alzado. Por algún motivo tardaron pocos minutos en contar los votos de "Nueva Mayoría" y más del triple de tiempo en contar los nuestros. El resultado que dio la comisión fue 160 en favor de ellos y 129 en favor de nosotros, sumando 289 votos. En ese momento protestamos. No podía ser que en la primera votación faltaran 35 votos, pues no habían abstenciones. La comisión aceptó nuestra protesta, hizo un recuento y el resultado dio 170 votos en favor de ellos, contra 161 en favor de nosotros, sumando en total 331 votos. Es decir, ¡7 votos por arriba del quórum!

Protestamos, el funcionario de la Comisión aceptó que había un discrepancia y él mismo dijo que era porque habían personas que habían votado dos veces. Sin embargo, insistió que había una "tendencia de mayoría" por lo cual reconocía el resultado. Anunció que los escrutadores ya habían sido electos, y que procedía el registro de fórmulas para elegir a la mesa directiva. Entre protestas registramos nuestra fórmula, con la esperanza de que se contaran los votos y demostrar una vez más que no cuadraban. Sin embargo en esta ocasión contaron los de ellos, mientras varios estaban parados y se cambiaban del lado del salón para ser contados dos veces. Gritábamos a la comisión que por favor exigiera que no se movieran de sus lugares. Nos ignoraron. En protesta varios nos paramos en nuestras sillas, y la comisión dijo que no continuaría la votación a menos de que nos regresáramos a nuestros lugares. Nos regresamos, y sin embargo no continuaron el conteo. Pedimos que continuaran y no lo hacían. Pedimos que se verificara el quórum nominalmente, y también se negaron. Cuando intentamos usar un micrófono lo desconectaron. Quienes habían integrado nuestra planilla seguían frente a la mesa, pero como todas las filas delanteras estaban ocupadas por los de blanco, no nos podíamos acercar. Entonces, fue cuando un compañero por fin se acercó a exigir que se contaran nuestros votos, y tomó el micrófono que se nos había negado para denunciar la injusticia que se cometía.

Ahí fue cuando empezó la violencia, cuando una chica al ser empujada por Miguel González Compeán, ex diputado del PRI, le aventó agua de una botella, y él respondió con un puño, y después le rompió la camisa a otra chica que fue a defender a la primera. La bronca iba creciendo, cuando un par de minutos después se abrieron las puertas centrales del salón, y entraron los golpeadores de cachucha blanca.

Cuando los vi venir, lo que más miedo me dio fue pensar que no habría manera de detenerlos. Que no sabía cuál sería su límite, que no tendrían ninguna empatía por quienes serían golpeados. Por fin, después de más de un año de conflicto interno en el partido, me di cuenta que ni Jorge Díaz Cuervo ni Enrique Pérez Correa ni Luciano Pascoe ni Alberto Begné estaban dispuestos a escuchar y dar argumentos. Hoy son delincuentes. En algún momento tuve la esperanza de que aceptarían el rigor de la competencia y de la deliberación democrática. Ahora tras su ataque premeditado y violento me queda claro que ellos sólo creen en el rigor de la violencia.


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